Picnic en Hanging Rock (1975) 23/05/2012
Director

Peter Weir

Año: 1975   Guión: Cliff Green   Música: Bruce Smeaton   Fotografía: Russell Boyd   Título original: Picnic at Hanging Rock
Intérpretes:

Referencias externas cineastas:

Orson Welles

Terrence Malick

Referencias externas películas: La última ola


Cuando visiono una película como Picnic en Hanging Rock siempre me planteo: ¿dónde está el límite soportable para que una película deje de ser sumamente maravillosa, poética y subyugante para pasar a ser un rollo patatero absolutamente inaguantable? Supongo que esa línea tan fina de sobrepasar es algo que está al alcance de muy pocos maestros y, desde luego, el Weir de Picnic en Hanging Rock no es uno de ellos.



Porque hasta cierto punto (tal y como pasa en el soporífero y muy personal cine de Malick) lo que estás viendo te está sobrecogiendo y fascinando porque es pura poesía visual, es puro encanto campestre, es un canto a la naturaleza humana y hasta por momentos parece que ciertos cuadros impresionistas (sobre todo de Renoir) cobran vida de lo bien que está representado y contado. Todo en un tono fantasmagórico, onírico, misterioso, opresivo e incluso asfixiante que te embriaga por completo. Y podría haber sido una Obra Maestra, por supuesto que podría… y sin embargo es un bodrio vergonzoso.

¿Por qué principalmente? Pues porque hay que ser muy estúpido para pensar que una película se sostiene solo por cómo está rodada y por la atmósfera que se consigue, pues cualquiera sabe que sin un buen guión detrás todo acaba desmoronándose como un castillo de naipes. Y no es que el guión no sea bueno, es que es rematadamente malo y una tomadura de pelo absoluta. La historia no tiene coherencia ni sentido. Es un despropósito y algunos personajes (como el de Rachel Roberts) son patéticos de lo mal que están definidos y, sobre todo, resueltos.

Soy de los que opina que por muy bien dirigida que esté una película (y ésta lo está) si no tiene un guión aceptable detrás acaba naufragando (exceptuando quizás Orson Welles que filmó maravillas con guiones imposibles y absurdos, pero vamos, eso es ya otro cantar). Por tanto, para disfrutar de este Picnic en Hanging rock es mejor solo dejarse llevar por las bellezas de sus imágenes, por las delicadas y sensibles interpretaciones de sus inocentes protagonistas, por la poesía que desprende, por la envolvente música y, sobre todo, no pensar nunca en la vacuidad absoluta de su argumento.

De todos modos, puestos a ser rigurosos, todo lo dicho anteriormente, se podría aplicar también a la anterior película de Weir (la muy sobrevalorada La última ola) que peca exactamente de los mismos defectos que ésta aunque también, todo hay que decirlo, de sus mismas virtudes.

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